miércoles, 25 de marzo de 2009

Zen

Artículo disponible en http://www.behavior.org/journals_BP/Behavior in Everyday Life.
Trad. al español por el Ps. César Sparrow Leiva

ZEN EN ACCIÓN: LA PERSPECTIVA DE UN CONDUCTISTA SOBRE LAS PRÁCTICAS DE MEDITACIÓN ZEN

Raymond Reed Hardy

El Dr. Hardy es un Profesor Asociado de Psicología que obtuvo su Ph.D. en Psicología en la Universidad de West Virginia en 1974. Sus intereses especiales son la teoría del aprendizaje aplicado (Análisis de la Conducta), el desarrollo humano, la psicología comparativa y evolutiva, y el desarrollo y crecimiento personales. Además de compartir responsabilidades por la enseñanza de Psicología General, Estadística y Principios Básicos de la Investigación Psicológica, el Dr. Hardy enseña Desarrollo del Tiempo de Vida Humano, Actividades de la Temprana Infancia, Condicionamiento y Aprendizaje, Conducta Comparativa, y Desarrollo Personal: Una Perspectiva Multicultural.

La meditación Zen es llamada con más propiedad “zazen”. El “zazen” es una conducta muy simple. Se encuentra entre las conductas más simples conocidas por el hombre. Aún cuando pueda no parecerlo, el zazen es en realidad una conducta, no un proceso cognitivo. El zazen es, en su forma más pura, sólo sentarse. Qué podría ser más simple que “Oh, sólo siéntate” (Chadwick, 1999).
[1] Para hacer zazen uno sólo necesita sentarse sobre el piso o sobre un cojín pequeño, con las piernas cruzadas de tal manera que el pie derecho descanse sobre el muslo izquierdo, y el pie izquierdo descanse sobre el muslo derecho (¡no intente esto a menos que sea muy ágil y flexible!). Esta postura es una antigua forma de sentarse en la meditación. Se llama la posición del “loto completo”. La mayoría de la gente no puede sentarse con comodidad en el loto completo; de hecho, muchos de nosotros podríamos no ser capaces de adoptar esta postura sin tensar excesivamente el cartílago de nuestras articulaciones.[2]

Afortunadamente, hay alternativas efectivas a la postura del loto completo. En su lugar podemos utilizar el “medio loto”, donde sólo un pie descansa sobre el muslo opuesto mientras que el otro simplemente descansa sobre el piso presionado bajo el muslo opuesto. Aún esta postura modificada de “medio loto” es demasiado exigente para la mayoría de la gente nueva en el Zen. No desesperar; una buena silla de respaldo recto podría servir igualmente bien. Aún cuando el zazen es una conducta extremadamente simple, tiene importantes matices de los cuales hay que estar advertidos. En primer lugar, la espalda debe estar muy recta, no tiesa ni rígida, sino tan derecha como sea posible en tanto se mantenga una sensación de comodidad relajada. La cabeza está ligeramente inclinada hacia adelante. La barbilla no está metida, esto sería muy extremo, pero la cara está inclinada para permitir que los ojos estén parcialmente abiertos para mirar hacia abajo en un ángulo de 45 grados. Finalmente, las manos: las manos en el regazo del meditante están puestas en una posición especial conocida como “mudra”. Hay muchas mudras.

Si profundiza más en la meditación, indudablemente leerá algo al respecto. La mudra más frecuentemente utilizada en el zazen se llama la “mudra universal”. Se trata de un gesto genérico que puede ser utilizado independientemente de la cultura de aquellos que ven el gesto. La mudra universal provee un punto físico para enfocar la atención; ella funciona independientemente de la edad, el idioma o los antecedentes culturales de la persona. Para adoptarla, uno pone su mano izquierda en el regazo con la palma hacia arriba. Cuando uno descansa la mano de este modo, los pulgares se juntan naturalmente, tocándose ligeramente, formando un óvalo cuyo centro está ubicado a uno 3.75 cm. debajo del ombligo. Estas posiciones son ilustradas abajo:


Moldeamiento de la Conducta Zazen

En el verano de 1969, justo antes de iniciar mis estudios profesionales en la Universidad de West Virginia en la primavera de 1970, retorné a mi vecindario inmediatamente después de haber estado un año en Vietnam, por cortesía del Ejército de los Estados Unidos. Era capaz y estaba abierto a explorar casi cualquier alternativa cultural a aquélla que nos había puesto a mí y a mis compañeros del Ejército en Vietnam, pero era conciente de la complejidad de estos asuntos, y estaba ansioso por no destruir mi propia oportunidad de obtener una vida decente. Mi primera exposición directa a las prácticas orientales llegó cuando mi compañía de infantería encontró a un monje vietnamita sentado en posición zazen en una pequeña cabaña hecha de bambú (de aproximadamente 1 metro cuadrado) llamada “zendo”, en el medio de una zona de guerra “a fuego abierto”. Dos cosas me impresionaron: primero, el hombre nunca se movió. No dio ninguna señal de ser conciente de dónde estábamos. Segundo, hicimos todo lo que pudimos para evitar perturbar las prácticas religiosas de este hombre. Recuerdo la escena como si hubiera sido ayer. Ingresamos en el campo abierto desde el oeste de un modo tal que cada soldado, por turnos, quedaba inmediatamente confrontado con el pequeño zendo donde el monje estaba sentado con los ojos hacia abajo, justo frente a él. Mientras entrábamos en el campo nos volvíamos hacia la derecha y rodeábamos el borde externo del campo, avanzando lo más silenciosamente posible hasta un punto por el que salíamos del campo, directamente opuesto a nuestro punto de ingreso. La imagen de aquel monje, y la reverencia con la que mi compañía de infantería lo trató en el medio de un terrible conflicto, permanece vívida para mí hoy. ¿Qué debió experimentar el monje? Como se podrán imaginar, este monje fue un tema de conversación general por varios días. Los jóvenes de mi pelotón parecieron más impresionados con su calma en el rostro de lo que para ellos habría sido un gran estrés y ansiedad. Yo quedé más impresionado con el hecho de que nuestros líderes respetaron su despliegue de valentía y devoción lo suficiente como para salvar su vida. Como hombre adulto era un legítimo blanco militar. De haber intentado huir, no habría sobrevivido. ¿Lo salvó Buda? ¿Lo salvaron nuestras propias creencias religiosas? ¿Estaba él sólo “fingiéndolo”? ¿Sería posible “fingirlo”? Todas estas preguntas reverberaban mientras todos nosotros, tanto reclutas jóvenes como profesionales experimentados, intentábamos darle sentido a esta experiencia.

Esta experiencia con el meditante en Vietnam me recordó mi primera verdadera exposición al Zen. El 16 de junio, en el verano de 1963, justo después de mi graduación de la secundaria, vi una transmisión de noticias con video completo, sin editar, de la auto-inmolación de un monje budista llamado Quang Duc. Duc se había prendido fuego a sí mismo enfrente de la Embajada de los Estados Unidos y del Edificio de la Capital Federal en Saigón, como protesta política-social (este incidente está descrito en Fitzgerald, 1972, p. 74). El hecho de que este hombre fuera capaz de mantenerse erguidamente sentado mientras ardía hasta la muerte fue de un gran impacto para mí. Mi primera conclusión fue que aquí había un hombre con un tremendo compromiso con sus creencias. Mi segunda conclusión fue que algo en los antecedentes o desarrollo de este hombre le dio un enorme auto-control; un auto-control que, hasta entonces, yo habría jurado que era imposible para cualquier ser humano.

En los primeros días de mi entrenamiento como universitario, estaba trabajando duro en el aprendizaje del campo entero de la psicología en un programa académico que daba especial énfasis al análisis de la conducta (entre mis mentores estuvieron Dwight Harshbarger, B. Kent Parker, James N. Shafer, Hayne Reese, y K. Andy Lattal). Aunque yo estaba inundado de asignaciones de lecturas para mis cursos, encontré tiempo para sobrevolar algunos libros sobre prácticas orientales. Entre aquellos estaban Recuerda Estar Aquí Ahora (Remember Be Here Now) de Ram Dass (1971), y obras de otros autores como Introducción al Budismo Zen (1964) de D. T. Suzuki, y Mente Zen, Mente del Iniciado (1971) de Shunryu Suzuki. Mientras escribo esto recuerdo que aquellos fueron tiempos difíciles para mí. Me encontraba bajo un gran estrés. La idea de una panacea mística era muy atractiva. ¿Podrían estas prácticas ayudarme realmente a afrontarlo?

Mis dos exposiciones a las prácticas budistas, combinadas con la información que estaba reuniendo, me convencieron de que la clave estaba en las prácticas, no en las creencias religiosas abrazadas por varias religiones orientales. Entonces, cuando tuve la oportunidad de explorar las prácticas orientales como estudiante universitario en la Universidad de West Virginia, me apresuré a aprovechar la suerte de asistir a las clases libres de Hatha Yoga, auspiciadas por la Universidad, las cuales eran enseñadas por uno de los estudiantes del Programa de Psicología, David Glazer. Durante estas sesiones de yoga de dos horas, los participantes aprendían a hacer varias “asanas” (patrones de movimiento), y empezamos a desarrollar lo que desde entonces concluí que es la habilidad más importante que uno puede adquirir en toda una vida de tales prácticas; empezamos a aprender a traer la mente divagante a enfocarse en el momento presente. Aprendimos a dejar todas las consideraciones, preocupaciones, deseos y dolores del día en el suelo, junto a la puerta, con nuestros zapatos y medias.

Mientras hago la retrospectiva, me percato de que la cosa más difícil para nosotros, los estadounidenses que estamos interesados en explorar las prácticas místicas orientales, es simplemente entender qué son las prácticas y qué efectos se intenta que produzcan. Si mis antecedentes de experiencias e intereses relacionados no me hubieran provisto de motivación suficiente para explorar, puede que nunca hubiera traducido ese interés inicial en conducta significativa. Hay muchas prácticas orientales diferentes. Nosotros, los estadounidenses, no tenemos prácticamente ningún conocimiento acerca de la práctica o sus efectos intentados. Mientras leía las obras mencionadas arriba, me encontré a mí mismo atraído por la simplicidad del libro de Shunryu Suzuki, Mente Zen, Mente del Iniciado (1971). El mensaje principal de Suzuki con respecto a cómo hacer el zazen (la meditación sentada) parece casi demasiado simple. Parafraseando a Suzuki, “Necesitas sólo sentarte, en una silla o, de preferencia, en una postura del loto completo o medio, con la espalda derecha, la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, los ojos ligeramente abiertos, y concentrar tu atención en tu respiración. Haz esto por 20 minutos, dos veces al día, y redescubrirás la mente del iniciado.” Bastante simple, pensé, lo intentaré.


Prácticas Budistas, Ideas Conductistas

Quizás yo era, y soy, más abierto al zazen por su simplicidad conductual. Lo que no sabía entonces era que esta simplicidad por sí misma es de lo que se trata todo el zazen. Mientras que mucho de lo que se ha escrito sobre el Zen y el zazen parece enfatizar las interpretaciones cognitivas y/o filosóficas de la meditación, el hecho real es que EL ZAZEN NO ES UNA ACTIVIDAD COGNITIVA. DE HECHO, ¡ES UN ANTÍDOTO CONTRA UNA SOBRE-ABUNDANCIA DE LAS MISMAS! La verdad fundamental es que el diálogo discursivo interno que la mayoría de nosotros consideramos “actividad cognitiva” es mayormente sólo una distracción de los eventos importantes en nuestras vidas. Cuando traemos nuestra conciencia al momento presente, somos más capaces de experimentar el flujo inmediato de estímulos, conducta y consecuencias que guía de manera más apropiada nuestras acciones y satisface nuestras necesidades.


El Zazen Comparado con las Técnicas Comunes de Conducta Encubierta

Una simple comparación del zazen con técnicas como la sensibilización encubierta y la desensibilización sistemática (introducidas por Cautella, 1966) nos ayudará a ver los paralelos entre el zazen y estas otras prácticas de regulación emocional encubierta. En la sensibilización encubierta, la persona imagina consecuencias negativas inmediatas a la acción, para así minar los reforzadores ambientales normales que están manteniendo un mal hábito como fumar, tomar o comer alimentos no saludables. Yo utilicé esta técnica para que me ayude a dejar el cigarrillo. Cada vez que tenía el deseo de fumar, yo exhalaba todo el aire de mis pulmones, luego retenía mi respiración por tanto tiempo como me era posible. Después de esto, si aún tenía el deseo de fumar, continuaba con aquello. Esto me servía para concentrar mi atención en mis pulmones dañados. Pronto dejé de fumar, sólo para reanudarlo un año o algo más después. Como con cualquier conducta, dejar de fumar requiere práctica. Poco después lo dejé nuevamente, y me he mantenido libre del cigarrillo por varios años ya.

En la desensibilización sistemática, la persona que tiene dificultades emocionales con respecto a una situación específica, como viajar en avión o subirse a ascensores, crea una lista ordenada (una jerarquía) de eventos activadores de ansiedad, encabezada por el evento que es la fuente aparente del miedo. La jerarquía se crea haciendo una lista de todos estos eventos en notas o tarjetas indexadas, un evento por tarjeta, y ordenándolos de tal manera que los eventos menos generadores de ansiedad aparezcan primero. El individuo luego practica ejercicios de relajación muscular mientras él o ella pasa rápidamente las hojas de la jerarquía de eventos en las tarjetas de notas. Mientras lee cada tarjeta, el practicante se relaja hasta que la ansiedad asociada con las acciones descritas en la tarjeta ha sido disipada (extinguida). Luego se pasa a la siguiente tarjeta. La meta del proceso es alcanzar el punto en el que todas las tarjetas pueden ser vistas sin ninguna señal de ansiedad. Este procedimiento puede tomar muchas sesiones. Incluso después de estas sesiones de práctica, cuando el individuo desensibilizado se encuentra implicado en la conducta real temida, el resurgimiento de la ansiedad es a menudo dramático pero manejable. En tanto que es cierto que el procedimiento de desensibilización sistemática hizo mucho para reducir y acortar este efecto, la clave es la experiencia real de implicarse en la conducta sin las consecuencias temidas. Sólo esta experiencia en el mundo real puede extinguir completamente el miedo.

El zazen se parece bastante a estos enfoques encubiertos, excepto por una diferencia muy importante. En vez de ayudar al practicante a recuperarse de un problema emocional o conductual, el zazen ayuda al practicante a volverse un ser humano más enteramente funcional, socavando una amplia variedad de malos hábitos mentales y comportamentales. Entre los elementos más importantes del zazen para la gente en nuestra cultura, se encuentra el sentarse a través de su sufrimiento. Por esto no me refiero a que el zazen causará sufrimiento, aunque si se sienta el tiempo suficiente, sufrirá calambres, entumecimientos y dolor en sus músculos y articulaciones. Sentarse a través de este tipo de sufrimiento es importante también, pero no es a lo que me refería. Lo que es muy importante es la práctica de sentarse a través de los episodios normales de angustia mental o emocional que ocurren naturalmente en cualquier vida humana. Tal práctica forma un fundamento conductual para el afrontamiento calmado y efectivo de la emergencias de la vida. La clave es que el zazen provee una forma para que el individuo practique la concentración en la situación dada; y la práctica hace al maestro.

Mientras que la práctica del zazen puede parecer involucrar un tipo de inacción pasiva, lo que realmente hace es construir un fundamento conductual para enfocar nuestra atención en los eventos del momento. Ser capaz de traer todos los recursos mentales y físicos para concentrarlos en cualesquiera sea el problema o asunto que ha surgido en el momento, es una habilidad muy poderosa. Todos necesitamos de esta habilidad, aunque muy pocos de nosotros sabemos cómo practicarla. El zazen es una de las formas más puras y efectivas que se hayan inventado para practicar el centrarse en el presente.

Nosotros, en las ciencias de la conducta, tendemos a descuidar nuestras personalidades cognitivas y emocionales. Probablemente esto sea debido a la inaccesibilidad de estas dimensiones a la experiencia en nuestro análisis de la conducta de otros. En tal análisis, nos limitamos a considerar sólo aquello que podemos ver realmente. También puede ser debido a nuestra reacción contra el claro abuso de ficciones explicativas basadas supuestamente en mecanismos cognitivos y emocionales que se encuentran en el pilar de la psicología pop de nuestra cultura. Independientemente de las razones de nuestro descuido de estas importantes dimensiones de nuestra experiencia, en el zazen tenemos una conducta que provee una forma de hacernos cargo de nuestros momentos presentes mientras transcurren. En el zazen tenemos lo que parece ser una inacción que se encuentra entre los actos más profundos. Un acto análogo a la demanda del profesor de ¡SILENCIO! en el salón de clase, o el SHHHHHHH que alguien escucha en los cines. En el zazen tenemos una forma de traer silencio a nuestra experiencia del momento, y en este silencio podemos realmente ver y oír por primera vez. En ese ver y oír silenciosos, podemos actuar libres de errores conceptuales y emociones inapropiadas. En el zazen tenemos una oportunidad de limpiar nuestras acciones de los equipajes cognitivos y emocionales que tan a menudo interfieren.


Los Efectos Conductuales

Como es cierto para todos los procesos de moldeamiento conductual, el moldeado debe actuar en una variedad de formas, y ser lo más sensible posible a la contingencia del reforzamiento. El zazen no requiere de acción física, cognitiva o emocional que no sea la postura por sí misma. Lo que el estudiante del zazen experimenta varía mucho dependiendo del estudiante, pero la prescripción es la misma para todos. “Oh, sólo siéntate...” (Chadwick, 1999). ¿Pero cómo puede una admonición tan simple ayudarle a alguien a volverse una mejor persona? La respuesta es obvia para un analista de la conducta. Cuando uno se vuelve capaz de estar en el momento presente, libre de expectativas, miedos y otros equipajes cognitivos o emocionales, la conducta propia puede adaptarse rápidamente para coincidir con las consideraciones del momento. Uno se vuelve cada vez más conciente de las opciones conductuales reales y de las verdaderas consecuencias de cada una de ellas. En breve, uno se vuelve un individuo mejor adaptado. Es irónico que la mejor descripción de este estado de asuntos fuera aportada por Abraham Maslow, cuando se esforzó por describir la “autorrealización”. La autorrealización significa simplemente ser todo lo que puedes ser.

Además de facilitar el desarrollo de nuestros varios talentos, la práctica de preparar nuestra habilidad de ser concientes de lo que está ocurriendo en el presente, el zazen, tiende a enriquecer la vida del practicante de otras formas. Uno se vuelve más conciente de las propias respuestas ante varios eventos de la vida. En otras palabras, uno se vuelve conciente de sus propios valores. Como resultado, se vuelve capaz de sintonizar fino las propias acciones para resonar mejor con aquellos valores. La ironía es que esta senda conductual lo lleva a uno directamente a la consonancia cognitiva, emocional y conductual. La meta de casi todas las terapias no conductuales. Nuevamente, entonces, el enfoque conductual muestra sus colores pragmáticos al estar rodeado por el brillo dorado de la promesa.


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website. Mi libro, Zen Master: Practical Zen for Americans by an American, está disponible ahora en The Wheatmark Bookstore online.


Referencias

Cautela, J. R. (1966) Treatment of compulsive behavior by covert desensitization. Psychological Record, 16, 33-41.
Chadwick, D. (1999) Crooked Cucumber. New York : Broadway Books, p 199.
Dass, R. (1971) Be Here Now, Remember. San Cristobal, NM: Lama Foundation; New York: distributed by Crown Publishing.
Fitzgerald, H. (1972) Fire in the Lake. New York, Little Brown, p 74.
Hardy, R. R. (1999) Zen Master: Practical Zen for Americans by an American. St. Norbert College Printing: Green Bay, WI.
Suzuki, D. T. (1964) An Introduction to Zen Buddhism; with A Forward by C.G. Jung . New York : Grove Wiedenfeld.
Suzuki, S. (1971) Zen Mind, Beginner's Mind. Weatherhill: New York.


Los gráficos fueron creados por Scott Menzel, localizados en la web en
www.artasm.com


[1] “Oh, just sit.” Esto fue dicho por Shunryu Suzuki a una de sus estudiantes cuando ella le explicaba que “tenía problemas en concentrar su mente en su respiración.”
[2] Yo me dañé el cartílago de la rodilla derecha al mostrarles el loto completo a unos amigos en 1980. Ahora ya puedo sentarme cómodamente en el loto completo, pero tuve por lo menos cinco años de ejercicios de estiramiento antes de poder adoptar esta postura con seguridad.

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